Historieta: Colección Nippur de Lagash Volumen 25

Guion: Robin Wood y Ricardo Ferrari

Dibujo: Jorge Zaffino y Carlos Leopardi

Editorial: Planeta DeAgostini (edición original: D'Artagnan Súper Álbum 1, 3, 8 y 10; D'Artagnan Anuario 8; D'Artagnan 395 y 397 / Editorial Columba 1977/78)





Llegamos al tomo 25, ese que salió en la segunda entrega de la colección pero que me resistí a leer hasta que llegara su momento. Confirmó lo que me había parecido en ese momento: Carlos Leopardi se entiende bastante bien con los coloristas locos que le tocaron y los dos capítulos de Jorge Zaffino zafan, en especial el segundo.

Hablando del gran Jorge, con ‘La columna de los buitres’ y ‘Muradín’ cierra su participación en ‘Nippur de Lagash’ con todos los laureles, más allá de volver en dos ocasiones en los próximos años.

‘La columna…’ es un mix de la famosa batalla histórica de las Termópilas (si, la de ‘300’ y ‘Mort Cinder’) con ‘Doce del patíbulo’. Las fronteras de  Sumeria están por ser invadidas por el ejército egipcio (supongo que ya se puede decir a esta altura, y con lo visto en el tomo anterior, que Akhenamón es un sorete mal parido) y la única esperanza es que Nippur haga el aguante con un grupo de presidiarios hasta que llegue Sargón con refuerzos.

El capítulo tiene dos detalles llamativos: es la segunda vez que se usa la investigación de un arqueólogo en el presente para contar los hechos del pasado (la primera fue en ‘Historia de la vieja rebelión’, en el tomo 19). Y el otro detalle es lo mejor: los prisioneros que se la juegan y el arqueólogo tienen los rostros de Robin Wood, Ricardo Ferrari y los dibujantes del estudio NippurIV  (o sea los tres hermanos Villagrán y el propio Zaffino). Como tributo es hermoso… narrativamente hay viñetas donde hacen ruido las caras ultrarealistas, pero todo bien, en un momento hasta le cortan la cabeza a un soldado con la cara de Breccia. Como si fuera poco, Zaffino explota con una batalla a página completa que hace saltar los ojos, casi un grito de libertad después de tantas páginas con múltiples viñetas chiquitas.

En su último episodio, Zaffino también basa el aspecto del chanta Muradín en una persona real, en este caso el guionista Jorge Morhain. Y si, los nombres hasta suenan igual. En esta ocasión el pasaje de “persona” a “personaje” es más natural; de hecho me entere del guiño gracias al blog de Ariel Avilez, siempre es de consulta obligatoria, sino ni enterado.

Una herencia que deja Zaffino en la serie es el aumento de violencia gráfica: siempre hubo muertes pero desde el tomo anterior se empiezan a ver en más detalles las decapitaciones, desmembramientos, caras partidas y tipos atravesados por espadas cual brochette. Otras cosas a destacar de este tomo es que si bien sigue como asistente y escritor fantasma, ‘La columna… ’ es el último guion con firma compartida de Wood y Ferrari por un tiempo.

‘Llegar a Akad’ marca el comienzo de Leopardi como dibujante titular, después de dos capítulos que hizo en los tomos 21 y 22. Es una historia desoladora, llena de riesgo, con el gigante Menes y Nippur protegiendo a una piba que no tiene todos los patitos alineados. Una secuencia en particular, con los protagonistas huyendo de un incendio, es una de las primeras veces en la serie donde la naturaleza se presenta como una amenaza jodida e implacable.

‘Los buitres de la muerte’ es una historia de terror y venganza, con elementos sobrenaturales y un desarrollo interesante más allá del previsible final. Casi todo en blanco con los fondos coloreados, es una de las mejores muestras del entendimiento del que hablaba entre el anónimo colorista y Leopardi.

‘La gloria de Artamas’ es otra historia de aguante sumerio, esta vez frente al ejército hitita; este capítulo marca casi un quiebre para la gente de Hatti. Pasan a ser más disciplinados y arrasadores que los que se vieron en la saga de Egipto. Mucho tiene que ver Leopardi que los dibuja gigantes y con pelos estilo mohawk, dándoles un look propio e inconfundible. Y quizás, quizás, vuelva a aparecer el mercenario egipcio Shebaneba.

Queda para el final ‘Kram y Niboram’, una de esas tantas de amor trágico que tanto le gustan al novelesco Wood.

¡Hasta la próxima y que Samas los acompañe!

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